Lo que se prometía una excursión corta y agradable ha sido un pequeño calvario. Había algo en el ambiente que parecía como si los espíritus del Dílar, nos hayan querido dar que hacer. Por algo será.
El que avisa no es traidor :
NO VAYAIS NUNCA AL RIO DILAR EN ÉPOCA DE DESHIELO O CON LLUVIA.
Las piedras que sirven de vado para atravesarlo estaban cubiertas de agua y, claro, hemos tenido que hacer mas barranquismo que senderismo.
Su madre, aquella idílica laguna, que vieron mis ojos de niño, con su forma dinámica de guitarra y sus prados verdes donde se intercalaban Estrellas de la Nieves, Violetas de Sierra Nevada y pequeños Ranúnculos amarillos, no existe. En su lugar hay una monstruosa pantaneta.
Hace ya tiempo que un ejercito formado por políticos corruptos, jueces sin rostro y especuladores de la inversión inmobiliaria entraron a saco en nuestra Sierra en una estrategia de exterminio total, que aún continúa, haciendo una enorme mojón.
Entre los pastores y recolectores de manzanilla real y otras plantas medicinales había una leyenda acerca de esta laguna, como de otras también hay. Se hablaba de la presencia de una especie de magos, que con vestiduras de rasgo oriental se acercaban a sus orillas y tras pronunciar unas palabras mágicas echaban unas redes y pescaban yeguas. Esta operación se repetía año tras año, cuando el deshielo, y siempre en busca de una yegua color roja cuya montura haría invencible al jefe militar que la tuviera. Las yeguas, mansas y nobles, pastaban un rato y volvían al agua al oír un silbido proveniente de la laguna.
Los magos no han vuelto a venir. Las yeguas tampoco están. Un día grandes maquinas de guerra removieron las orillas de sus borreguiles. Como en una batalla, inmensas coladas de hormigón, como si fuera aceite hirviendo y cera liquida, cayeron sobre las paredes de la pantaneta configurada a tal efecto con las máquinas. Del cielo empezaron a caer tal cantidad de haces y gavillas de ferralla para armar la construcción que se obscureció el sol. Como cuando en la batalla de las Termópilas los griegos de Leónidas perdieron la luz del día cuando los arqueros del persa Jerjes lanzaron innumerables flechas.
Era el tributo del progreso. El mojón de Sierra Nevada, esa masa de edificios que compiten en altura con el cercano Mojón del Trigo o los Peñones de San Francisco, necesitaba agua y mas agua : para el abastecimiento humano y para abastecer los cañones de nieve artificial.
Hoy, en el estruendo de la cascada me ha parecido oir el galope de las yeguas asustadas. Quizás estén escondidas en una cueva detrás de la furiosa cortina de agua huyendo de la lluvia de flechas de ferralla.
A la vuelta, cansado de tanto trajín, con la moral un poco baja, me han venido dulces sentimientos. Me he acordado de Serrat. Joan Manuel Serrat forma parte de mi educación sentimental de tal forma, que seguramente ha conformado algunos de los recuerdos más bellos de los años de la añorada adolescencia. Después, con la serenidad, ha quedado aquello que el tiempo no decapita, y muchas son las cadencias de Serrat que han conseguido acompañarme a lo largo de la vida. Sus canciones de ayer, igual hoy con mis recuerdos mas recientes y felices, por su densidad, han formado como capas o pieles de mis emociones.
Por el río bajaba también conmigo mi memoria y me acordaba, y cantaba una de sus canciones primeras:
AMIGO MIO
Amigo mío que
desde que el tiempo fue
Si la ves cuando el verano,